miércoles, 16 de julio de 2008

Hace bastante frío, no tanto como en otros días, pero de todas formas, hace frío.
Me veo reflexionando frente a la pantalla de un computador, un acto que hoy en día parece ser suicida, que se yo, al menos para mi es bastante deprimente, cercano a la muerte. Sin embargo, toda amargura debe tener un lado dulce -¿Cómo podríamos distinguir ese amargo sin saber lo que es dulce?- y es que el hecho que justamente me deprime es el que me hace sentir un poco más tránquilo. Independiente de todo aquello, en los últimos días el asunto de la tecnología me ha dado vueltas en la cabeza, es que nada hoy parece ser real, hoy en día veo la estoica permanencia de la copia, de la simulación, del constante teatro que recrea la obra de lo real, en donde los actores parecen haberse olvidado de su estancia en este mundo como personas, y de ser personas conscientes, pasan a ser personajes inconscientes. Ahora bien, me surge una pregunta ¿Es que acaso en algún momento habrán siquiera sabido estos personajes que son personas?
Nadie lo sabe. Pero el hecho de que seamos actores moldea de manera directa nuestro actuar, las relaciones interpersonales se ven tocadas por este teatro. Con esto me refiero a lo siguiente. Sabemos que siempre estamos actuando, por ende, nunca somos nosotros mismos, entonces toda comunicación y posterior relación que tengamos con alguien no será basada en lo real, sino en un papel que nosotros adoptamos para desarrollar. El modelo de vida en que estamos situados hoy nos condiciona como elementos ejecutores, es decir, el verbo "ser" pierde casi completamente toda su significancia en el mundo contemporaneo -quizás siempre ha sido así-, nosotros no somos algo mientras seamos ese algo, nosotros somos algo porque hacemos ese algo, adquirimos un valor dependiendo de cuan apreciado sea la acción que ejecutemos. No importa quien soy, importa el "que hago" y desde ese punto establecemos nuestras relaciones, es decir, olvidamos lo esencial que es la existencia -y todos existimos, por ende hay una base que se quiera o no, nos iguala a todos- y adoptamos lo meramente superficial para lanzarnos al mundo.
Ahora bien, pienso que nunca se nos pregunta si es que nosotros estamos de acuerdo con este estilo de vida, simplemente lo asimilamos. Desde este punto, que es cuando nosotros somos insertos en la sociedad y comenzamos a elegir nuestro papel teatral para ejecutar estamos olvidando nuestra esencia, acción que demuestra una postura completamente cómoda en terminos mentales y/o espirituales, ya que lograr dar cuenta de "que somos" o "que estamos" -el español tiene una singularidad como idioma, el existencia se da cuenta de dos formas, ser y estar, al parecer, en los idiomas algosajones y nórdicos, el verbo ser/estar se refiere al estar, es decir, To Be en inglés, o Zu Sein en alemán dan cuenta de un "estar"- es una tarea que parece no tener respuesta bajo nuestra lógica, por ende, decimos que es tan impsoble responder ¿Qué somos?, como dar cuenta del límite del universo. Luego de haber mencionado rapidamente todo esto, decimos que desde una apariencia nos relacionamos con el resto, y es que todas las pulsiones, deseos, sentimientos nunca salen completamente "virgenes" al exterior, hacia las demas personas, ya que siempre estamos cumpliendo un papel que traduce eso que somos, eso que sentimos, eso que pensamos, a un lenguaje particular que proviene desde el ser/hacer, por tanto, nunca somos honestos, nunca somos verdaderos, todo lo que decimos es un reflejo opaco de lo que realmente está ahí. Somos mentirosos, adulteros, ladrones, pero somos eso porque no somos capaces de dar cuenta de nuestra existencia, no tenemos la capacidad de ser reales. Y ahora, más que nunca, porque la tecnología, la inmediatez, la velocidad hacen que nuestros sentidos pierdan habilidad, estamos olvidando los sonidos, los aromas, las texturas, el sabor, las voces, los detalles, que hacen que el teatro de lo real sea una obra que haga que la mentira en la que vivimos sea más apacible, más bella.

1 comentario:

aixa dijo...

estamos en la era del simulacro, ya lo decía nietzsche...